viernes, 24 de marzo de 2017

El colegio milagro que revoluciona la educación en España ( TERCERA PARTE)

Hace poco menos de una década, Raquel y Miquel iniciaron un curso de formación de un año con un asesor del Departamento de Educación de la Generalitat. Al finalizarlo supieron que el sistema con el que soñaban existía y tenía nombre: comunidad de aprendizaje. Están tan entusiasmados que se pisan al hablar. Se convierten en alumnos revoltosos e impacientes por contar lo que saben sobre este método de enseñanza.
«El secreto de los nórdicos es que los maestros trabajan como médicos. Es decir, leen estudios y revistas científicas», dice Miquel. «Mira, en educación se estila mucho el postureo», corta ella. «Pongo un sofá de Ikea, dejo que entren a clase a su ritmo y hala, ya soy innovador. No va de eso. Nosotros nos basamos en evidencias, no en ocurrencias». Miquel remata: «No quieres que tu dentista te saque una muela con un método de hace 30 años. Quieres lo más moderno y que esté avalado por la ciencia».
El jefe de estudios termina de recortar los misteriosos papelitos y me pide que le acompañe. «¡Bieeeen!», se oyen gritos de eureka. Cinco niñas de tercero están de pie alrededor del grupo de mesas, observando con fascinación el movimiento de una mariquita amarilla. La mariquita es un robot. «¿Cómo funciona?», pregunto. «Tenemos que decir las partes del sistema respiratorio por como entra el aire, y decirle a la mariquita que vaya», responde Jenifer. Sobre la mesa hay un tablero transparente fabricado por el equipo de profesores. Las cuadrículas pueden llenarse con cualquier cosa, como fichas con términos del sistema respiratorio. «¿Qué viene después de los pulmones?», pregunta Marta a su compañera Azra. «¡Los bronquios!», contesta ella. Azra mueve los dedos sobre el lomo de la mariquita y pulsa las coordenadas para que avance sobre las casillas: «Un, dos, tres, giro a la derecha, uno y dos», dice con un dedo sobre los labios. Cuando Azra aprieta OK, el robot se mueve lentamente hacia donde los bronquios, y si el cálculo es correcto,«¡bieeeeen!».
En este colegio se utilizan libros convencionales, pero también recursos digitales, objetos manipulables y debates. La mariquita me parece un insecto educativo fascinante. Consigue que los alumnos aprendan la lección de naturales, a calcular y programar, también practican la expresión oral y se estimulan mutuamente. Aunque hay liderazgos, todas las niñas se sienten parte del grupo.
El colegio Joaquim Ruyra será innovador, pero desde luego no es hippie según la acepción anárquica del término. Se parece más a un reloj suizo. De hecho, los papelitos que Miquel reparte entre los profesores son horarios de bolsillo. «Es mi sudoku. Cada semana hacemos un esfuerzo muy grande para gestionar los recursos humanos y ahorrar. Tenemos robots, pero porque fabricamos muchos materiales. ¡Nuestros ordenadores son donativos que llegaron desde Madrid!».

Por un error administrativo, el Joaquim Ruyra cuenta con cinco profesores menos de los que le tocarían. «Somos la única escuela del barrio que no está calificada como de máxima complejidad. Llevamos tres años quejándonos al Departament. Con esos refuerzos haríamos virguerías».
Durante la última evaluación externa de sexto de primaria que realiza la Generalitat, el porcentaje de estudiantes del Joaquim Ruyra con nivel alto sobrepasó con creces la media catalana. Según datos del Departament d'Ensenyament, un 55,2% de los alumnos este centro tienen un nivel alto de catalán, cuando la media de nivel alto en esta asignatura es del 25%. En lengua castellana, los alumnos con nivel alto del Ruyra llegan al 39,3% (la media es de 20,8%). En inglés, el 32,1% contra 24% y en matemáticas se alcanza un porcentaje prodigioso (un 58,7% contra un 30,6% de media).
Carme Ortoll, Directora General de Educación Infantil y Primaria de la Generalitat, dice que las comunidades de aprendizaje catalanas mantienen sus resultados académicos, y que algunas, como el Joaquim Ruyra, mejoran en algunas competencias: «En matemáticas es donde la mejora es más evidente».
Joaquim Prats, catedrático de Didáctica de las Ciencias Sociales en la Universidad de Barcelona, opina que este centro es atípico: «Visito muchos colegios y para mí ha sido especialmente llamativo. Los resultados del Ruyra deberían ubicarse en el lado bajo de la tabla y se sitúan donde están los colegios de las familias bien de Barcelona».
Prats, que también es ex presidente del Consejo Superior de Evaluación del Sistema Educativo de Cataluña, cree que el Joaquim Ruyra refuta una teoría consolidada en el mundo educativo, a saber: en los resultados académicos de un niño pesa más la familia que la escuela. «No creo que un colegio pueda imitarse, pero sí creo que deberíamos aprender de éste», dice Prats. «Sobre todo los centros con dificultades donde los maestros ya se han resignado».
Más rarezas para mi lista: en este colegio adoran las inspecciones y los exámenes. «Puede parecer extraño, pero la evaluación es fundamental para nosotros», comenta Raquel. Aunque «no son disidentes» y ponen las notas que manda la Administración, también han instaurado una evaluación interna «que es la que los niños viven». Al parecer estos exámenes propios se viven como premios, porque es cuando los alumnos son evaluados individualmente. «Después de muchos grupos interactivos, toca medir los niveles de competencias. Uno debe de ser consciente de su propio proceso de aprendizaje».