jueves, 8 de marzo de 2018

OTRO AÑO QUE NO VOY A LA HUELGA


La imagen puede contener: una persona, boda e interior

Que conste un año más: no me verán tampoco esta vez en la huelga del 8M 
Una huelga de cuidados es una huelga de amor.
Una huelga de cuidados perjudica a los perjudicados de siempre: los niños y niñas, las personas con dependencia, los abuelos y abuelas abandonados a su suerte...
Justamente el 8M estaré viajando a Ecuador y mi compañero de 21 años, con quien llevamos cambiando pañales desde hace 18, será quien se quede cuidando a nuestros hijos para que yo vuele, crezca, comparta, y vuelva más rica de lo que me voy, con más vida y más tribu expandida por las américas...
Las relaciones de pareja no son matemática. La vida tampoco. En cuánto a la demanda que exigen los cuidados, las mujeres estamos en clara desventaja, pero prefiero construir desde mi autonomía acuerdos de amor, que pedirle a un papá estado que regule mi porcentaje amoroso. 
Visibilizo la importancia de valorar los cuidados en mi discurso artístico y cada vez que tengo la oportunidad de abrir la boca. Pido que los cuidados se valoren a nivel social y evidentemente también a nivel económico. Sin embargo, una huelga de cuidados me parece lo más bajo que puede plantearse una sociedad que aboga a ser mejor...
De todos los feminismos, sólo me representa el que se aleja radicalmente del patriarcado y sus formas de lucha.
Qué mal vamos si en lugar de arremangarnos juntas, optamos por copiar la bajada de brazos. La verdadera revolución no sería una huelga de cuidados sino un “hoy ayudaré a quien siempre hace esto sola”